Historia de una moneda

Lo cierto es que no tenía demasiada memoria, pero cuando se ponía a rememorar a Conchita le entraban serias dudas existenciales. Conchita, para aquellos que no lo sepan, era una monedilla de diez céntimos de euro, pero ella recordaba haber sido alguna otra cosa antes. “¿Tú crees en la reencarnación?” Preguntaba a veces en las horas de oscuridad dentro de un bolsillo. “Yo sólo creo en la devolución, pero siempre que se cumplan los requisitos mínimos, evidentemente”. Que aburrido era, pensaba siempre Conchita, hablar con tickets de compra.

Y todas estas dudas surgían porque Conchita estaba convencida de que, hace un tiempo, ella valía un poco más. Ella estaba segura de haber sido en una vida anterior una moneda de cincuenta céntimos, nada menos. Ahora apenas valía ella sola para comprar un par de chicles en el kiosco. Y todavía antes había sido, según recuerda, una moneda de cien pesetas. “Eso no se lo cree nadie”, le solían decir los billetes cuando, en una caja registradora, se ponían todos a charlar sobre el devenir de sus existencias. Las cajas registradoras estaban bien, la verdad. Eran realmente entretenidas. Sobre todo cuando te libraban de los tubos de plástico donde te encerraban con otras tantas monedas de tu misma clase sin dejarte apenas espacio para presentarte al resto ni emitir una palabra siquiera. Malditos sean esos tubos de plástico que las cajeras golpean violentamente mientras mascan chicle con la boca bien abierta para, como si de un huevo se tratara, abrirlos y sacar las monedas que ellas llaman “cambio” sin haber dado nada por el tubo en cuestión. El caso es que, una vez roto el cascarón de plástico, las monedas y los billetes se lo pasaban en grande dentro de las cajas registradoras. Además, aquello era un ir y venir continuo, con lo que, con poco que te quedaras dentro, podrías conocer a un montón de monedas y billetes. Allí Conchita ha tenido la suerte de conocer monedas que hablaban francés, italiano, griego... y así se enteraba de lo que valía en aquellos países que algún día, si la cosa iba bien, podría visitar.

Con lo que no congeniaba del todo bien, aunque ya lo habrá supuesto nuestro estimado y avispado lector, era con aquello que habitualmente llaman “papel moneda”. “Aquello de moneda tiene poco”, ha pensado siempre Conchita, “pero míralos a los malditos billetes, prepotentes ellos, valiendo nada menos que quinientos euros. Para luego, ya ves tú, estar algunos deformados de tanto ser enrollados, impregnados de un polvo blanco asqueroso... o pegados con papel adhesivo...” No duraban nada los billetes aquellos y encima valían mucho más que la pobre Conchita. “No te quejes demasiado” solía contestarle una moneda de un céntimo cuando Conchita se ponía melodramática, “que yo he estado meses encima de una mesa sin que nadie me quisiera, y rara es la vez que me usan para algo que no sea atornillar o jugar a las chapas...” Sí que es cierto, rectificaba entonces nuestra valiosa Conchita, mientras rezaba con todas sus fuerzas para que no se reencarnara nunca en una de esas monedas de tres al cuarto, pobres. Y entonces recordaba cuando, en una vida anterior, valía algo así como veinticinco pesetas. Recuerda que una buena temporada tuvo un cordón atado a su agujero que le hacía bailar para arriba y para abajo en las máquinas de tabaco, y en las de refrescos, y en las tragaperras (que regurgitaban gracias al cordón, claro)... y sonreía... Fue bonita esa etapa, no como cuando estuvo en uno de esos monederos de señora mayor, de aquellos que apestan siempre a colonia barata y apenas se abren ni para airearse... o cuando estuvo en manos de un hombre que tenía muchísimas más monedas como ella, y acabó finalmente en un vaso de cartón de otro hombre que, eso decía, no tenía ninguna... qué de experiencias había vivido, pensaba. Ya quisieran muchos hombres haber pasado por tantas manos y haber vivido tanto y tanto tiempo como ella... y lo que le esperaba...

... lo que le esperaba, sí, siempre y cuando a alguien se le ocurriera mirar debajo del sofá para volver a encontrarla después de seis meses escondida. “Espero a que se pase la crisis” se le oía comentar a una pelusa. “Yo lo que espero es que no pase la mopa”, le respondía.


Hola de nuevo

Después de unas vacaciones blogueras demasiado extensas, creo que estoy preparado para augurar la vuelta de vuestro deseado y sobrestimado H.A.C.W. Y para empezar esta nueva etapa, he de pedir excusas a todos aquellos millones de internautas que se asomaban a diario durante meses a esta dirección para ver si se me había pasado por la cabeza volver a escribir. Bueno... todo este tiempo sin renovar... tiene una explicación que os merecéis.

Ahí va...

... Me encontraba a una altura que difícilmente podría contar, a bordo de una avioneta rumbo a no sé exactamente dónde. Yo sólo era un rehén, una pieza más en el intercambio que se produciría más tarde en un punto geográfico indeterminado conocido tan sólo por los mandriles que pilotaban aquel cacharro. Aquellos apestosos monos, hablando entre sí en su extraña lengua, me dieron a entender con sus alaridos que ninguno de ellos tenía mucha idea de cómo manejar el aparato una vez en el aire... Yo sólo podía oírles, porque evidentemente me tenían maniatado y me habían colocado en la cabeza una bolsa de patatas tamaño familiar para no poder adivinar dónde me encontraba. Al menos, si no podía ver lo que ocurría tras el plástico, sí se me permitía chuparlo de vez en cuando para poder degustar la sal y las miguitas que tenía aún pegadas. Eran Ruffles de Jamón. Lástima. Las prefería de alioli.

El caso es que, después de aterrizar en un aereopuerto abandonado, los monos me empujaron escaleras abajo para encontrarnos con unos mafiosos checo-islandeses borrachos con los que pretendían usarme como moneda de cambio. Me dieron los primates el último empujón hasta el líder de los checo-islandeses borrachos, quien me quitó la bolsa de ruffles de la cabeza dejando ver mi rostro con la lengua fuera intentando aprovechar las últimas migajas que le quedaban. Al final me enganché, como siempre, a las malditas ruffles jamón. El líder mafioso me miró furioso, todo lo furioso que puede estar un checo-islandés borracho, y luego pronunció unas palabras a los mandriles en checo, o islandés... o valenciano de Sant Vicent del Raspeig, no lo sé; para posteriormente dirigírseme a mí en un perfecto castellano (aunque la pronunciación era regulera, porque tanto alcohol en vena no es normal):

-No sé quién puñetas eres, pero nosotros estábamos interesados en Miguel Bosé y tú, evidentemente, no eres él.
-No te lo tomes a mal, -le respondí- no es la primera vez que me confunden, aunque normalmente lo hacen con alguien mucho menos atractivo.
-Cierto, confundirte con el mayor sex symbol que ha parido España tiene delito. Su gracia, su saber estar, su aura semihomosexual... tú no tienes nada de eso, caramba.

Dicho esto, decidieron marcharse y dejarme allí tirado, no sin antes cantar todos juntos "Seré tu amante bandido". No pude evitarlo y me emocioné demasiado cantando aquel pegadizo y magistral estribillo. Luego, me dejaron en medio de ninguna parte, dejándome en el suelo la bolsa de ruffles y un mensaje "Apréndete la letra de una puñetera vez. Ni de rehén vales" ... Fue entonces cuando, no me preguntés por qué, recordé esta melodía, la cual tarareé hasta llegar de nuevo a mi mundo, mi cruel y despiadado mundo...

Y yo que pensaba que por una vez iba a serle útil a alguien...




Cerrado por vacaciones

¡Hola amiguetes!

Con títulos tan descriptivos como este poco puedo decir... tan sólo que, como algunos ya saben, me encuentro secuestrado por una familia de mandriles escoceses que pretenden apoderarse de la producción mundial de bananas para hacer tropezar con sus pieles a la población entera de Villarriba de abajo. ¿Que por qué me han secuestrado si yo no tengo nada que ver? Eso mismo les digo yo pero... cualquiera les lleva la contraria a estos.
El caso es que no voy a poder escribir en un tiempecillo, ya que estos monos son muy suyos y no tienen una conexión a Internet decente. De hecho, esta entrada la he podido escribir gracias a que un primo del mandril jefe, un tití que escribe guiones para algunos programas de Telecinco, me ha dejado su portatil con superconexión de 56 ks/seg. Algo es algo, muchachos.
Pero tranquilos, que en un tiempo, si vuelve el tití o me liberan los mandriles, podré seguir haciendo el mono con el blog como suelo hacerlo... Algunos os habéis librado de leer mis sandeces... otros, como mi amigo imaginario John (un saludo) lloran mi ausencia.
¡¡Saludos!!

Las irrelevantes aventuras de un vetusto detective

Son las siete de la mañana. Acabo de despertarme no sé muy bien dónde. Miro a mi alrededor y observo como todo me es extraño. "Al menos", me digo para mí, "aquí está mi vaso de agua con mi dentadura postiza". Me coloco mis amarillentos dientes de pega y me levanto de golpe de la cama. En diez minutos ya estoy de pie, todo un récord. Aún me pregunto dónde estoy. De pronto, una enfermera entra con unas pastillas color rojo y me disipa las dudas. Estoy en la residencia de ancianos. Esos malditos villanos se salieron con la suya... "Meterme en un asilo, manda narices..."

Un detective como yo, de mi talla, fama y altura, ¿cómo pude acabar en un sitio como éste? Quizás todo esto sea una nueva misión de la organización secreta "Vigilantes Y Espías Jóvenes y Obtusos" (VYEJO). Sí, quizás pretenden que me infiltre en esta cutre residencia para averiguar algún tipo de irregularidad, como el tráfico de drogas por medio de los pañales XXL o el rapto de una jovencita por parte de algún abuelo cuyos nietos ignoran por completo. Es posible que se trate de una nueva aventura de Cebollino Gutiérrez, el mayor detective de VYEJO...

Así que he de actuar rápido, porque seguramente algún malandrín esté buscándome para frustrar el éxito de mi misión. Así que lo primero que hago es agarrar la bandeja con la que trajo la enfermera las pastillas y apretar el botón de llamada para que ésta acuda. Llamo, agarro con fuerza la bandeja metálica y espero al lado de la puerta. Oigo sus pasos... se acerca, abre la puerta y mientras entra empieza a decir, con voz despreocupada: "A ver, señor Gutiérrez, qué pasa esta vez..." En ese momento: ¡Plaf! Le arreo con la bandeja en la cocorota. Esperaba que se desmayara en el acto, como ocurría hace años con los villanos de aquel entonces, pero a esta enfermera de media tonelada sólo consigo hacerle gritar un poco. En este momento, visto que debo decantarme entre disimular haciéndome el despistado o seguir atizándole, me decanto por la segunda opción. Un golpe más sólo le ha hecho subir el volumen, el tercero que ella me golpee a mí. Casi me tumba, la gorrina. Pero entonces le doy el golpe de gracia en la sien y consigo que escape. Bueno, algo es algo.

Salgo de aquella habitación sigilosamente pegado a la pared. Miro para abajo y observo que voy vestido con una bata que deja al aire mi trasero. Cebollino Gutiérrez, el detective más profesional, en pelota picada... "Bueno, en peores hemos estado". Corro por el pasillo y de una puerta, por sorpresa, aparece un anciano con bigote, me mira fijamente con una sonrisa y me ofrece jugar al dominó. Le oigo repetidas veces, el tipo no calla. "Cebollino, un dominó, Cebollino, un dominó, Cebollino, un dominó..." No sé ni cómo sabe mi nombre este mamarracho, pero lo cierto es que debo quitármelo de encima antes de que su voz alarme a la enfermera obesa o a los villanos que seguramente van tras de mí. Le empujo con fuerza y el viejecillo cae al suelo mientras aún susurra su invitación. Otro que no cae inconsciente. Lo cierto es que estoy en horas bajas.

Salgo del pasillo por una puerta doble. Debo estar cerca de la salida de este centro asqueroso. Empujo sutilmente las puertas y observo cómo se quedan en su sitio impávidas. Maldición, me han encerrado. Empujo de nuevo, esta vez con más fuerza. Nada. Utilizo mi hombro para empujar con todo el cuerpo y lo único que consigo es deshacerme del camisón que cubría mis partes nobles. En ese momento, abre desde el otro lado, otro enfermero. Este es más fuerte que la gorda de antes, por lo que un detective desnudo, por muy profesional que sea, poco tiene que hacer.

-¿Ya estamos otra vez corriendo por los pasillos, señor Gutiérrez?- Me dice el orangután con una sonrisa de oreja a oreja. Sabe que no puedo hacer nada en esta situación y se enorgullece. Lo raro es que conozca mi nombre, algo que me hace sospechar de su pertenencia en la banda de villanos que me persiguen.

-¿Cómo sabe mi nombre, joven? No me importa lo que busque de mí, debo investigar un caso importante. No se inmiscuya en una misión ultrasecreta de VYEJO.

-Claro que sí, Cebollino... vamos de nuevo a su habitación. ¿Se tomó las pastillitas rojas que le dio la otra enfermera?

-No sé de que me habla, malandrín.

-Pues ya sabrá algo más cuando se las tome. Vamos para allá.

El primate me agarra y arrastra de nuevo hacia mi habitación. Me dice que pronto vendrá mi hijo a verme y que debo vestirme para la ocasión. Sigo sin saber de qué me habla. He fallado, no sé cómo pero por primera vez en muchos años he fallado a VYEJO. Pero pronto, muy pronto, saldré de aquí para salvar al mundo de nuevo...

...¿Continuará?



Vacaciones de verano para mí...

...caminando por la arena junto a ti... de nuevo los Formula V dando por saco. Efectivamente, han llegado, después de mucho sufrir, las ansiadas vacaciones estivales. Y ahora uno se para a pensar y deduce que estas serán las últimas vacaciones de verano de estudiante. Quién sabe cuanto durarán las vacaciones de verano el año que viene...


Ya han terminado los exámenes. Por fin. Ya soy (casi) licenciado y todo. Tan sólo me queda estudiar un poquitín para septiembre (espero que sea eso, sólo un poquitín, porque si no vamos daos) y seré un tipo de provecho para la sociedad. ¡Argh! ¡Con lo que molaba ser una ameba, chupando del bote y currando lo justo y necesario!

Y en estos momentos empiezas a recordar cómo tu vida, hasta este momento, ha sido como un viaje programado. Naciste, fuiste al colegio que eligieron tus padres, eliges letras o ciencias para luego elegir una carrera... "¿Qué quieres ser de mayor?" "De mayor quiero ser niño". Me costó decidirme por una licenciatura, pero finalmente me decanté por publicidad, y aunque pude hacerla en Alicante, me fui a Madrid. Madrid, para según qué cosas, mola más que Alicante. Aquí he hecho muchos amigos (y los que me quedan), y con ellos he convivido estos últimos cinco años, último tramo de nuestro viaje programado. A partir de muy poco, nos toca decidirnos, sin más rodeos, sobre qué queremos ser de mayor, que ya toca.

Y a día de hoy sigo empeñado en decir lo mismo, aunque sé que antes o después uno se dará el irremediable batacazo con la realidad. Este blog, en cierto modo, es parte de lo que quiero ser. De pequeño me preguntaban sobre cuál sería mi trabajo de mayor. Al principio decía que portero. Cuando la gente me preguntaba que en qué equipo, yo les corregía diciendo que no, que yo quería ser portero de fincas urbanas. Sentarme en la portería y saludar a los vecinos... Vocación de vago, vamos.

Pues bien, ya no quiero ser portero. Ahora, vete tú a saber, seré lo que me toque ser cuando me toque decidirme. Tengo un veranito para pensármelo. Todo un verano, mi último verano de estudiante. Quizás para pensarlo, lo mejor será olvidarme de todo y disfrutarlo como cuando era niño. Quizás él me diga lo que tengo que hacer... que cursi soy a veces, madre.

La próxima entrada, será surrealista, como tienen que ser, caray. Pero dejadme que hoy me coma un poco el tarro... Qué exigentes sois, pardiez.

Lunes musicales (2)

¡Otra vez es lunes, amigos! Y qué mejor manera de celebrarlo que con una canción. Hoy, con todos ustedes, La Fiesta de Blas, un homenaje a la intoxicación etílica firmado por los inmortales Fórmula V. Fijaos en ese movimiento pendular de su cantante (melenudo jipilongo comeflores), o en el acartonamiento hiperbólico del batería... una delicia de canción dedicada a todos aquellos que, como el menda lerenda, se encuentran enclaustrados en sus cuartos/bibliotecas/zulos para sacar adelante sus exámenes... Ánimo, ¡que ya es lunes!





¡Estudiad, malditos!


¡Hola! ¿Estás estudiando? ¿Qué haces entonces metido en este estúpido blog? ¿Quién te ha mandado meterte aquí? ¿Por qué narices tiendes a perder tanto el tiempo? ¿Quién te ha llamado? Que manera de hacer el gandul, madre mía, cualquier excusa para ponerse a hacer el gamba. Como por ejemplo, jugar con el maldito maldito juego del conejo y las campanas. ¡No empieces a jugar, porque será lo único que hagas hasta que termine la época de exámenes!

Historias de héroes contemporáneos


La verdadera (aunque muy cuestionada) historia del Niño Melón

Seguro que, desde todos los lugares del mundo conocido, y aún en aquellos que nos quedan por conocer por ser nosotros cortitos de entendederas, se ha escuchado como un rumor la historia de un hombre que de manera espectacular cambió el rumbo de nuestra existencia. Los detalles de su biografía son discutidos todavía, e incluso el nombre de tan magnánimo personaje, que unos llaman Melín, otros Ñoni Melán y otros, los más despistados, El Ratón Mickey. Recientemente, un equipo de investigadores formado por un par de científicos ociosos, tres parados y diez amigos imaginarios, consiguieron descifrar el verdadero nombre de este personaje que al parecer fue bautizado como Don Niño Melón de Todos lo Santos. A continuación intentaremos reflejar en un par de estúpidos párrafos sin sentido ninguno la vida y obra de quien fue llamado a ser un hito en la historia.

El nacimiento de este hombre, si es que tal calificativo no es en su caso un insulto, es también discutido por las distintas escuelas que, no se sabe bien por qué, estudian la biografía de Don Niño Melón. Unos, los más de ellos, aseveran que nació en León, algo que justificaría las posturas regionalistas que defendería ya de joven. No obstante, estudios posteriores evidencian que su nacimiento no aconteció si quiera en la Península Ibérica. De hecho, deberíamos trasladarnos a la ciudad brasileña de Florianópolis, capital del estado de Santa Catarina, para encontrar sus verdaderos orígenes. Allí, hace aproximadamente dos décadas, se sintió el estruendo de una gran tormenta. Un matrimonio que vivía de sus tierras, tras la misma, fue a ver si las papayas seguían en su sitio, pero allí estaba en vez de sus frutales un niño de extrañas proporciones, boca abajo debido al exagerado tamaño de su cabeza y que parecía musitar algo así como “ya estoy aquí”. El matrimonio, fascinado por lo milagroso de esta aparición (y, por qué no decirlo, por la fealdad del chavalín), comenzó, mirando al cielo, a gritar: “a criança já está aqui melão, oh melão”. Hemos de admitir, después de contar la versión “brasileña” del nacimiento de Don Niño Melón, que ésta no encaja con el hecho de que al poco de acaecido este episodio, Don Niño Melón se traslada a León por medios que desconocemos y razones que pueden ser sólo la del repelús que produce su proximidad. De todos modos, es posible que la drogadicta brasileña que nos contó esta historia pretendiera tomarnos deliberadamente el pelo, o quizás, y esto resulta más inquietante, exista en el mundo más de un Niño Melón, cosa que causa pavor en quien piensa de tal manera.

Pero si algo es relevante para entender la importancia de la figura de Don Niño Melón de Todos los Santos es su extraña infancia en tierras leonesas. Según cuentan las malas lenguas, Don Niño Melón fue abandonado en la puerta de una iglesia, ignorando quien lo dejó en aquel portal que esa iglesia había sido abandonada hacía ya tiempo y estaba en ese momento ocupada por una familia de gitanos que, cosas del destino, dedicábanse a la venta de melones y sandías. Cuando abrió el patriarca la puerta de su casa y observó al bebé que miraba inquietante hacia todas las direcciones como si de un muñeco se tratara, pensó que alguno de sus clientes pretendía devolver el género que él había podido venderle. Más tarde recayó en que aquello que susurraba en el suelo resultados de partidos de segunda división no era una pieza de fruta, sino un niño de carne y hueso. “¡Caramba!, así que así se hacen los niños, ¿eh?”, dijo Fernando de Dios Fernández, el susodicho patriarca. La familia gitana adoptó ufana a nuestro protagonista y le transmitió esa forma de ver la vida tan alegre sólo propia de esta etnia. Pero claro, Don Niño Melón no podía contentarse con la sabiduría que su nueva familia le aportaba, ya que sus inquietudes de conocimiento iban mucho más allá. Don Niño Melón lo quería saber TODO, absolutamente todo sobre lo que acaecía en el mundo. Su sed de sabiduría hizo que se alejara de su familia (aunque bien es cierto que otros estudios aseguran que fue expulsado de la misma por su incapacidad de coordinar las manos para dar palmas). El día que se marchó, Fernando, su padre de adopción (a la fuerza), le dio el último consejo antes de su partida: “Don Niño Melón (también tuvieron mala leche los gitanos llamándolo así), nunca olvides lo que hay que hacer a la hora de comer: llega el último y rebusca en los platos del resto, que siempre hay quien se deja un cacho pan o un reloj de oro, vete tú a saber. Y ahora, lárgate de aquí, caramba.”

Y así fue cómo Don Niño Melón marchó a devorar toda la información que se le cruzara. De mayor, quién sabe, podría llegar a escribir su propia enciclopedia. Con esta mentalidad salió de la iglesia donde vivía (no sin antes lavarse un poco la cara con el agua de la pila bautismal), diciéndose a sí mismo: “lo primero que vea, voy y lo estudio”. Y así fue como, procedente del cielo, llegó tras un vuelo casi mágico a los pies de Don Niño Melón una portada de un periódico. Cuando se agachó a recogerla, observó que se trataba de la portada del Marca de aquel día. A Don Niño Melón se le iluminó la cara: Tanto colorín, tanta foto, tanto hombre musculoso… atrajeron hasta límites insospechados a nuestro querido protagonista. “Esto es lo primero que estudiaré para ser la persona más documentada del planeta. He dicho”. Y así comenzó su camino hacia la erudición universal. Hay que matizar que, aunque esta visión épica de su pasión por el deporte es aceptada por la mayoría de las escuelas estudiosas de la biografía de Don Niño Melón (2 de 3), hay quien opina que todo empezó porque de niño alguien le regaló un álbum de cromos, de la editorial Este, de la liga 1992/93, y que su familia gitana le ayudaba en principio a robar cromos y extorsionar al quiosquero. Esta visión, por lo racista, nos parece del todo desafortunada (pero ahí queda).

Así que, con la página del diario deportivo en sus manos, empezó a deambular por las calles de León hasta chocar de pronto con una piedra en la que se podía leer “Colegio Mayor Elías Ahúja”. El choque fue tan violento que sus reflejos se vieron afectados. Además, la surrealista y larga caminata hacia Madrid, donde se encontraba la susodicha piedra, hizo que se cansara hasta el punto de no poder recuperar de nuevo su velocidad de movimientos normal. Visto que aquella piedra indicaba la situación de lo que parecía “una iglesia muy alta” (es decir, en su caso, una casa muy alta), decidió tocar a la puerta, abriéndose ésta antes de que sus nudillos pudieran rozarla (“otra que me rechaza”, pensó Don Niño Melón), y pedir cobijo.

-Buenos días.- Dijo una simpática señorita dentro de una urna de cristal.

-Hola. – Don Niño Melón se sorprendió al escuchar aquel acento “no gitano-leonés”. – Quería una habitación, o algo… o cromos para completar mi colección de la liga 1992/93 de ediciones Este.

-Sólo tengo Panini. Pero habitación sí tengo, hombre. La 608 está siendo desinfectada por el virus del ébola. Pero adelante, chico raro.

-Maldición. Ah, y gracias por la habitación.

Y así fue cómo, en su afán por conocerlo absolutamente todo (empezando por el fútbol, siguiendo por el fútbol sala y continuando por el futbolín), empezó a vivir en el Colegio Mayor Elías Ahúja. Dicen que cuando los colegiales le saludaron, sólo escuchaban un leve “ya estoy aquí” que salía de sus labios recordando al gemido susurrado en la selva brasileña. Aunque como hemos dicho, esa historia parecía una patraña. Y esta también, todo hay que decirlo.

De todos modos, lo que acaeció antes de su llegada al Colegio Mayor poco de importante tiene, ya que la verdadera leyenda empieza una vez Don Niño Melón está dentro.

Chan chan chan chaaaan.

Empezamos esta nueva sección con una canción escalofriante. Raphael, que ya nos tenía acostumbrados a cualquier cosa, nos sorprendió hace un par de décadas con este intento de guiño al mundo hebreo. Pero claro, como nuestro latin lover no tiene ni papa de su idioma, se dedicó (aunque esto no es nuevo) a inventarse palabros extraños. Sólo él podía hacerlo. Disfrutad de este video. Si os gusta, todos los lunes tendréis uno igual de espeluznante.





Fijaos en esas primeros acordes de guitarra, de cómo siguen sonando aunque Rapha (para los amigos) deje de tocarla. Mirad a la rubia y al niño despelotado, cómo ponen cara de circunstancia... Y sobretodo: Que alguien se atreva a hacer un karaoke con esta canción, porque haría las delicias del mundo del frikismo.

Un saludo!

Desapariciones (y III)


Pero sin duda, el panorama que más ha sufrido esta serie de desapariciones misteriosas ha sido el mundo de la comunicación. Hoy día todos sabemos que la televisión es una porquería, la radio es cansina, los diarios partidistas y las revistas sexistas. Pues bien, si esto es así se debe única y exclusivamente a que en momentos clave para el desarrollo del mundo mediático ha faltado un personaje clave.

Un ejemplo: cuando en 1997 los directivos de Canal 9 esperaban un nuevo programa para las noches de los martes, un programa fresco, divertido y original, tres fueron los candidatos para presentar su proyecto. No obstante, finalmente solo se presentaron dos: un chico de una productora joven que presentaba un programa donde los perros contaban sus infidelidades y otro que presentó un programa del corazón llamado Tómbola. “Puestos a elegir”, dijeron los directivos, “elegimos el del corazón, aunque no nos convencía del todo”. Después de eso los programas de tinte amarillento tomaron las parrillas de todos los canales, como todos ya sabemos. Y ahora nos preguntamos, ¿qué hubiera pasado si no hubiera desaparecido esa tercera persona, esa tercera propuesta para las noches de los martes en canal 9?

Profesor Sánchez: No sé
Amelia Vásquez: Ni idea
Joaquín Letrina: ¿qué?

Un día, en los estudios de La Ser en Madrid, alguien escuchó que un primo había oído que su yerno aseguraba que tenía una fantástica idea para un programa de radio matutino. Un programa lejano al partidismo que impregna todas las emisoras de radio del país: “Un programa para todos, pero ahora de verdad”. Nadie sabe qué programa era ese, porque nunca se llegó a proponer, ya que faltó la persona indicada para hacerlo.

¿Creen que el anuncio de “Te gusta conducir” es tan bueno como lo pintan? Quizás cambiarían de opinión si Gustavo Hermosilla hubiera aparecido por las oficinas de BMW el día del concurso para proponer su línea de comunicación. El mundo de la publicidad se hubiera tambaleado si el señor Hermosilla, que desapareció misteriosamente el día anterior a la supuesta presentación de su campaña, hubiera estado allí ese día.

Incluso, según nuestras investigaciones, la ya mítica canción del Colacao iba a ser un rap flamenco fusión si Osama Bin Torrent hubiera presentado su idea ante los responsables de comunicación de esta empresa. Pero aún hoy Osama se haya en paradero desconocido.

Han faltado a lo largo de la historia, y más concretamente en la historia de los medios y la publicidad, esas personas que podían haber hecho cambiar el rumbo de nuestros sentidos, de nuestra manera de percibir la información, de nuestra manera de persuadir… y hoy los profesionales están empezando a reaccionar ante este fenómeno.

Profesor Sánchez: Efectivamente, dado que las empresas empiezan a darse cuenta de que siempre falta alguien para tomar las decisiones más acertadas, sobretodo en el mundo de los medios y de la publicidad, están buscando a personas indicadas para atarlas a una silla y que no salgan de ahí hasta soltar prenda.

En el Centro Secreto de Captación de Talentos (el CSCT), encontramos largas colas para buscar ese talento secreto que necesita nuestra industria. Lo sorprendente es, quizás, que siendo secreto haya tanta gente presentada. Preguntamos a la gente que espera ansiosa en la cola que ya da la vuelta a la manzana del Csctttt, el Cesct, el ctttesssttt… del Centro.

Señor en la cola: ¿Qué hago aquí? Pues creo que regalan algo, pero no estoy muy seguro de qué. ¿De qué cadena son ustedes?

Señora en la cola: Yo vengo a mostrar mis dotes como cantante y bailarina. LA DONNA E MOOOBILEEEE…

Niño en la cola: Yo estoy guardando el sitio para mi padre, que se ha ido a comprar tabaco. Me ha dicho que espere aquí que ahora vuelve…

Al parecer, después de entrevistar a alguna de las personas que se amontonan en esta enorme cola, nadie parece saber exactamente por qué narices se encuentran aquí hoy, así que el jurado del Centro Secreto de Captación de Talentos, un órgano inventado por el Ministerio de Asuntos Secretos, no sabe decidir ante tan absurda concentración.

Pero finalmente, dado que ante tanta gente alguien medio válido podemos encontrar, alguien que nos haga un apaño ante el desastre universal de las desapariciones misteriosas, el jurado del CSCT, órgano del MAS, decidió elegir a (ESCRIBE AQUÍ TU NOMBRE:_________). Él/Ella es, según lo ha dictaminado el jurado popular, culpable de soborno y de extorsión, y según el jurado de la CSCT, la persona indicada para dar al triste negocio de la comunicación y la publicidad, las ideas que necesita.

Así al menos, si existen malas ideas, tendremos su cuerpo cerca para lapidarle.

Profesor Sánchez: El caso es que me suena ese nombre… ¿no será familiar del miembro del jurado (ESCRIBE AQUÍ EL NOMBRE DE UN PARIENTE:___________)? El caso es que, aunque creo que la medida tomada por el Ministerio es válida, la aparición de este personaje no creo que sea tan interesante de estudiar como la desaparición de otros personajes.El personaje escogido parece, a mi juicio, un ser despreciable y falto de toda imaginación, pero si el jurado así lo ha decretado, tendrá que estar destinado a ser un personaje clave de la historia… ¡JA!

Joaquín Letrina: Me parece una chufla todo… quiero irme a casa, coño…

Y aquí damos, pues, por terminado, este ridículo reportaje sobre las desapariciones de personajes clave en nuestra historia y la aparición de alternativas superguais a la par que improvisadas. ¿Una bonita manera de hacerse autobombo, no os parece? Bueno, si no os ha gustado, al menos estaréis contentos de que haya terminado, ¿no?

Desaparecer (II)


Volvamos a ilustrar la teoría de las desapariciones con un nuevo ejemplo. Nos encontramos en Madrid durante el mes de abril de 1941. El dictador Francisco Franco visita una escuela inaugurada en el barrio de Vallecas por la Sección Femenina. Se trataba de una visita oficial, una más del caudillo, retratada por las cámaras de los informativos cinematográficos oficiales. Ese día, después de ver las aulas, las habitaciones para las alumnas internas y los talleres de corte y confección, Francisco Franco vuelve a su despacho en el palacio de El Pardo para hablar con Andrés Lillo, un amigo íntimo del dictador. En esta entrevista, según parece, Franco confesó con lágrimas en los ojos que deseaba con todas sus fuerzas abandonar el poder y retirarse a una finca que tenía en Ferrol, su tierra natal. Allí viviría tranquilo después de batallar durante tres años en la guerra civil y tener que hacer frente del estado de hambruna y desesperación que vivía su país. No creía ya en sus ideales políticos, que eran en realidad de su queridísima esposa Carmen Polo y su cuñado, un tanto tímido, Felipe Polo, que exclamó una vez en Oviedo refiriéndose a una muchacha que acababa de conquistar: “Es una grande y… está libre”. No tenía sentido seguir en el puesto y veía necesario una vuelta de nuevo a la democracia. Pero no podía confiar en nadie excepto en su queridísimo amigo Andrés Lillo para liderar este cambio que creía pacífico y necesario. Andrés Lillo, aunque reconoció que le venía un poco mal porque acababa de abrir una tienda de boinas en su pueblo y no sabía si podría dedicarse a ambas cosas, aceptó de buena gana. Dijo Lillo que el lunes siguiente, después de la inauguración y la bendición del local, asumiría lo que él llamó, el “recao” de Franco.

Pero al salir del despacho del dictador, Andrés Lillo se introdujo en una boca de metro y nunca más se supo de él, salvo que desaparecieron de su tienda un par de boinas de color gris oscuro y otra marrón. Lo que ocurrió a partir de entonces ya todos lo sabemos: 34 años más de dictadura franquista. Y todo porque no estuvo en el lugar y el tiempo indicado este personaje clave para la historia.

Profesor Sánchez: “El caso de Andrés Lillo es paradigmático porque incluso existen fotografías en las que Franco posa entregándole un cetro a un muñeco que hacía las veces del señor Lillo, que realmente no está en la fotografía. Quizás pensaron que llegaría antes de que se cerrara el obturador, pero yo opino sinceramente que pensaron en un posible montaje fotográfico para cuando pudieran dar con este personaje”.

Pero ¿por qué desaparecen estos personajes? ¿Por qué sufrimos el hecho de saber que el mundo hoy podría ser distinto, quizás mejor, y comprobar que no es ni mucho menos así por unas circunstancias como estas? Las explicaciones de estas famosas desapariciones son muchas y procedentes de variopintas maneras de pensamiento: Desde las más racionales a las más fantásticas. Hablamos con Joaquín Letrina, líder de la organización “El vacío de la historia”, dedicada a estudiar estos fenómenos:

Joaquín Letrina: “Tronco, estas desapariciones no tienen más que una explicación posible: según nuestros cálculos, en el año 3.000.000 aproximadamente, conseguirán los hombres… o los extraterrestres que vengan aquí a vivir, turistas espaciales, no sé… conseguirán crear una máquina del tiempo para retroceder al pasado, al presente, ¿entiende? y hacer los cambios en la historia que les venga en gana. Por ejemplo, quizás sean ellos los que hayan puesto a Napoleón en el poder, ¿no lo han pensado? O a Lenin, que ahora que lo pienso… ¿no tenía su cabeza una forma extraña? Tal vez sea porque los extraterrestres… espera espera… los extraterrestres le abdujeron y…”

Estas declaraciones siguieron mucho más tiempo, pero por su contenido absurdo, producto de una intoxicación que poco después nos confesó, hemos querido recortarlo. Otras explicaciones podrían ser las siguientes:

Amelia Vásquez: “Yo no sé por qué mi abuelo desapareció. Quizás porque amaba a alguien y decidió que el amor hacia esa persona era más grande que ser famoso, ¿no? O porque simplemente abandonó todo cuanto tenía para irse lejos a vivir de una manera diferente. Porque supo de la existencia de un hermano gemelo que suplantó su identidad durante años y que ahora… espere tengo que dejarle, empieza el culebrón, disculpe.”

Profesor Sánchez: “Realmente no podemos saber la razón por la cual desaparecen personajes clave de la historia de la humanidad, pero ocurre. Yo creo, simplemente, que el azar lo mueve todo, e incluso estas desapariciones extrañas son producto de unas circunstancias verdaderamente inauditas que rebasan con creces el discernimiento humano. Aunque ahora que lo pienso... ¿me podría repetir la pregunta?”

(Seguirá continuando, si es que queréis, vamos. Que si no lo damos por finiquitado y san seacabó, ¿eh?)

Desaparecer (un poco de autobombo)


3 de enero de 1889, Shreveport, Estado de Luisiana. El trompetista John Streiford y su íntimo amigo, el pianista Phil Currson, se reúnen por primera vez en el local de ensayo de un amigo común. Ambos compartían gusto por la música clásica, la música popular judía y los bollos de chocolate con avellanas que hacía la mujer de Streiford (pero esto no viene al caso). Este día constituiría un hito en la vida de los dos músicos, ya que después de años ensayando y componiendo, habían descubierto una nueva manera de hacer música que sorprendería a los tímpanos de toda América e incluso del mundo entero. Según las fuentes consultadas, esta nueva manera de entender la música consistía en establecer un ritmo cambiante con toques “delirantes y maravillosos”, según palabras de la nieta de Currson, Amelia Vásquez.

Amelia Vásquez: “Recuerdo perfectamente cómo mi padre me contaba como su madre a su vez le decía el sonido que salía de esos instrumentos: simplemente música de ángeles. Si me preguntan cómo podría sonar esa música no sabría responderle, pero supongo que sería una mezcla entre Mozart, Puccini y Leonardo Dantés”.

Los pocos asistentes a aquel ensayo (la mujer del trompetista y amante del pianista, el dueño del local, su madre y el perro del vecino) salieron del lugar fascinados por la revolucionaria manera de tocar de estos dos músicos americanos, y todos coincidieron en instar a la pareja para que hicieran públicas sus partituras. Pocos días después Streiford y Currson visitan la radio local de Shreveport, la RBL, con la intención de presentar sus temas. El presentador de un programa de variedades llamado Howard Train, muy conocido en el mundo de las ondas, les citó para el día siguiente, el 12 de enero de 1889. Este día Shreveport, Luisiana, EEUU y el resto del mundo conocerían por fin el estilo más sorprendente desde que el hombre cogió por vez primera un tronco y empezó a atizarle con dos palos para hacer ritmos absurdos. Este día sería el primer día de la música moderna, un hito en el camino de las notas musicales…

Este día sería importante, sí, de no ser porque el 12 de enero de 1889 no apareció nadie en los estudios de la RBL para presentar su maravilloso invento. A partir de entonces nadie supo más de Streiford y Currson, nadie volvió a verles y lo que aún es peor, nadie volvió a escuchar sus composiciones. Poco después, en Nueva Orleans, aparecería otra manera de hacer música, lo que poco después se conocería como “jazz”. Y eso hizo de la música moderna lo que todos hoy conocemos y escuchamos.

El caso de la desaparición de estos dos músicos nos ilustra cómo la vida de los hombres, la de la humanidad entera, la historia universal, se ve condicionada por una serie de apariciones y desapariciones de personajes clave. Personas que podrían haber impedido algo, personas que podrían haber realizado algo, personas que podrían haber hecho que los pasos hacia el futuro que hoy conocemos como el presente, se hubieran dado hacia otra dirección. Y lo cierto es que en muchas ocasiones nos hemos encontrado con casos de desapariciones que han cambiado el rumbo de la historia. Personajes anónimos que se quedaron sólo en eso cuando podrían ser hoy sus retratos ilustraciones en libros y enciclopedias. El profesor Sánchez, de la Universidad de Polop, nos lo explica de la siguiente manera:

Profesor Sánchez: “Frente a aquellos que opinan que el destino, el devenir o… vaya usted a saber, los deseos de una divinidad caprichosa… frente a aquellos que opinan como digo que son estos los factores que hacen mover a la historia, otros opinamos que, a niveles microsociales e incluso macrosociológicos, es el azar, la casualidad y estos misterios de desapariciones los que hacen… los que dirigen… nuestros destinos. María, la leche se me ha enfriado, cámbiame la taza, ya sabes que fría no me gusta, sabe demasiado a vaca. Haz el favor de cambiarl…”

(Continuará...)

¡Nuevo diseño, señores!

Pues sí, en vez de escribiros nuevas chorradas me he dedicado (para evadirme de estudiar, todo sea dicho) a rediseñar vuestro querido blog. Mucho más cuco ahora, dónde va a parar. Si os mola el nuevo diseño, enviad un esemeese de esos con la palabra "joermachocomoteaburresperohaquedadoguaidelparaguay" al 7709, si por el contrario no te ha gustado, envía un mensaje con la palabra "martintioquehorteraeres" a tu puñetera madre.

Como veréis, este diseño es más rompedor, más innovador, más... ¿cómo decirlo? ¡Claro! con una canción. Os la dedico, amiguetes.




Pronto publicaré una nueva entrada de verdad, con dibujillo y todo. Palabrita del niño Jesús.
Y ahora... ¡a estudiar!

Tetris



Por votación popular, publico el articulillo sobre el Tetris, la clave para entender los entresijos de nuestra existencia. ¡A jugar!


Últimamente he estado pensando y creo haber llegado a una conclusión: La vida es una partida de Tetris. Sí, hay quien puede compararla con un río, o con un dado, o con esas bolitas de queso que tanto te manchan los dedos… pero no, la vida es, queridos amigos, una partida de Tetris.

Ese simple videojuego cuyo único fin es encajar fichas absurdas para ir formando líneas sin cesar guarda en su interior el sentido de la existencia. Supongo que el ruso que tuvo la famosa idea, o aún más, el americano que amablemente se la robó, habrán llegado antes que yo a esta conclusión, pero quizás sea yo el primero que la exponga. Generaciones delante de la pantalla frustrándose por no conseguir más puntos que el vecino todavía no han conseguido hallar gracias a él la mágica respuesta a los eternos interrogantes: de dónde venimos, a dónde vamos y otras infinitas preguntas… Este juego, al menos, puede responder a un par de ellas. Quizás el resto de respuestas las tengan un par de telepredicadores, vendedores de enciclopedias o incluso alguna religión, pero al menos el Tetris es capaz de sintetizar, o eso creo, todo el espíritu de la existencia humana.

La vida es pues, insistimos, una gran partida de Tetris. El objetivo es bien sencillo: encajar fichas. Cada una es de su padre y de su madre, van llegando de “arriba” sin ningún sentido aparente y de las cuales, como mucho, podemos llegar a adivinar la inmediatamente posterior a la que manejamos. Así que no valen planes: la vida, como partida de Tetris que es, es un continuo improvisar sobre una marcha de ritmo variable. De vez en cuando tendremos la premonición, o la esperanza, o vaya usted a saber qué, de que llegue a nuestras vidas una ficha determinada, y a tal efecto guardamos un perfecto espacio en nuestra construcción vital, espacio que en muchas ocasiones tendremos que rellenar con una ficha parecida a la esperada, pero no la deseada. Algunos llaman a esta acción de reservar espacio “esperanza”, otros pueden incluso llamarla “fe”, pero realmente no se sabe bien qué puede ser. El caso es que, como decimos, en muchas ocasiones tendremos que utilizar una ficha que no encaje del todo en nuestro espacio, pero que igualmente puede hacernos un apaño.

Como hemos dicho un poco más arriba, la vida es un improvisar en un ritmo cambiante. Al empezar todo parece fácil, pues las cosas, es decir, las fichas, van muy despacio y no nos paramos apenas a pensar dónde encajarlas, porque casi ellas mismas formarán esas líneas que más tarde iremos echando de menos. Solas van haciendo puntos, y uno, como jugador, se siente realmente realizado con este ejercicio que cree será fácil hasta el final… Pero he aquí, mis queridos amigos, el error que cometemos siempre como jugadores de este rompecabezas. Pensamos que realmente puede no haber final, o, como mucho, podemos pensar que el final lo marcaremos nosotros cuando nos venga en gana, que uno cuando quiere puede apagar el aparato y dar por finalizada la partida… pero no es del todo así. Si en un principio todo puede parecer fácil y divertido, más tarde puede ser algo angustioso y vertiginoso. Las fichas empiezan a no encajar tan bien como antes, y para colmo cada vez nos vienen más y a mayor velocidad. Nuestra cabeza debe despertar de ese letargo de los primeros niveles. Ahora las cosas no se hacen solas. Es en estos momentos cuando solemos utilizar más fichas “alternativas” en los espacios reservados, porque el ritmo del nivel que jugamos es demasiado rápido como para pararse a pensar y tener esa “fe” en la ficha ideal. Hacemos puntos, pero menos, y cada vez nos cuesta más. La construcción elaborada con las fichas que nos han ido cayendo cada vez es más alta, pero con un poco de astucia conseguiremos reducir esa presión a base de improvisar adecuadamente con este ritmo frenético al que acabaremos acostumbrándonos.

Y de hecho puede que incluso hagamos numerosas líneas que nos lleven a una situación más tranquila y segura, donde jugar de nuevo en una situación casi de segundo letargo, volviendo a creer que esta partida, que la vida, está en nuestras manos y va a durar por mucho tiempo. Hasta que de repente, una ficha que creíamos que iba a encajar, no lo hace como esperamos… se trata de un imprevisto, algo no preparado, un error que nos llevará a cometer otros igualmente brutales… Y es que en la vida, como en el Tetris, un error, por pequeño que sea, puede ser decisivo. Las piezas se van superponiendo y no podemos hacer demasiado para reparar el error cometido. De pronto nos convertimos en simples espectadores de lo que se avecina: el final de nuestra partida. Un final que no esperábamos, que ha venido cuando ya nos acostumbrábamos al mecanismo del juego. Cuando las fichas llegan hasta lo alto de la pantalla, por fin vemos las dos palabras que nos confiesan el fatídico final: “Game Over”.

Puede que este símil no sea muy acertado, pero al menos a mí me ha hecho ver que el Tetris no sólo te ayuda a meter el equipaje en el maletero o a aparcar tu automóvil, sino que te enseña que la vida, que es en definitiva una gran partida de Tetris, puede ser más larga o más corta, más o menos entretenida, podemos llegar a cumplir records, pero al final, queridos amigos, siempre acaba. Pero como siempre se ha dicho, “lo importante es participar”, y si has conseguido disfrutar de la partida, lo que haya durado es lo de menos.

El Abismo

Hola amigos. Sé que hace muuucho tiempo que no sabéis nada de este maravilloso blog. Es verdad, soy un gandul de tomo y lomo, pero no sólo eso. Además de ser un desconsiderado y un vago asqueroso soy un... pensador. Eso, un pensador. Y toooodo este tiempo que he estado sin escribir lo he dedicado a meditar (si cuela, ha colado). Así que me ha dado por pensar sobre mi vida y milagros, es decir, sobre mi vida, y he llegado a conclusiones poco esperanzadoras (en pocas palabras: glups).
Si os encontráis en una situación como esta, de verdad, contad con mi total apoyo.


Imagínate conducir por una carretera, una autopista por donde pasan infinidad de coches de todo tipo: turismos, camiones, motocicletas, furgonetas, monovolúmenes, transeúntes suicidas... de todo, vamos. Imagínate que esa carretera tiene muchos carriles, y debes escoger uno. Quizás el carril que escojas te lleve más rápido a tu destino, que por otra parte no está excesivamente claro, o quizás ese carril se llene de coches en un momento, quedando atrapado y exasperado hasta el punto de hacerte perder los estribos y dar media vuelta hacia no se sabe bien dónde. Pues bien... em... imagínate que... que no tienes carnet de conducir y que... bueno, que de repente viene un autoestopista procedente de un pueblo lejano, que se tira contra la luna de tu coche y te mete un paquete de kleenex por las narices... Imagínate que son de esos con aroma de menta y que... em... quizás eres alérgico, quién sabe, y te entra un escozor insoportable, llegando a odiar a ese autoestopista que, por otra parte, acabarías atropellando irremediablemente. ¿Lo has pillado? ¿No?

... espera, vamos a empezar de nuevo.

Ejem ejem

Dicen que la vida está hecha de fases (el símil automovilístico no era lo más adecuado, no). La vida misma, según dicen otros, es una fase más dentro de un proceso largo, incluso eterno, e incomprensible. La historia la dividimos en fases, aunque en realidad sea toda una y casi siempre la misma. Las legislaturas, por ejemplo, son fases; incluso los regímenes políticos son fases de una evolución, una involución o simplemente un cambio en la estructura social de un país que, por otra parte, será lo que sea dentro de la fase histórica en la que uno viva. Pero bueno, como decíamos: la vida se divide, no se sabe si de manera natural o para no hacernos un embolado en la cabeza, en estos estados sucesivos de un fenómeno natural o histórico (by eruditos de la RAE, siempre dando esplendor, los malditos). ¿Y qué son realmente las fases? Pues estos estados sucesivos son, para no andarnos con rodeos, algo que empieza, tiene cierta gracia, luego te harta y al final se acaba.

Cuando una nueva fase empieza, se entremezclan sentimientos diferentes pero complementarios. Por una parte existe el temor de que no se haya acertado, de que se esté en el lugar menos idóneo, que hayamos errado en nuestra elección; pero por otra hay una especie de esperanza de que todo salga bien, confianza en que se está donde se debe y se quiere y ensoñaciones de que algo aún mejor nos espera por ese camino. Empezar fases es divertido, la verdad. Lo que no mola tanto es terminarlas: Ver cómo lo conseguido hasta entonces son sólo recuerdos (si es que se recuerdan), lamentar los fallos o las carencias, dudar sobre qué hacer ahora y... sentirse en el abismo. Es ahí donde nacen las crisis.

Pues bien, yo me encuentro en plena crisis, para qué vamos a engañarnos. (¿Por eso no has escrito, por esa crisis, Martín? Efectiviguonder, además de que, como ya he matizado, me muevo menos que Steven Hopkins tratando de bailar el Chiki-Chiki). Cuando estás a punto de terminar la carrera universitaria, cuando no sabes exactamente qué hacer con tu vida, cuando vas a dejar un trabajo, una vivienda, una manera de vivir... para hacer no se sabe bien qué, la palabra incertidumbre encuentra un hueco en tu imaginario.

Pero como este es un blog simpaticón y alegre os daré un consejo para aquellos que, como yo, os encontréis en una situación de crisis: Para esos mariquitas helenos, los griegos de la sábana de hace la tira de años, la crisis era aquel preciso momento en el que un enfermo cambiaría a otro estado. Éste nuevo estado podría ser peor que el anterior, pero también podía mejorar e incluso curarse si se aplicaba la medicina como los mariquitas helenos más expertos (llamados médicos mariquitas helenos) sabían hacerlo. Todo se limita a identificar ese momento de crisis y saber manejarlo. ¿Y qué mejor medicina que tomárselo uno con tranquilidad, parsimonia y una sonrisa en la cara? Sinceramente, muchas, pero son más caras que esta.

Así que, para aquellos que habéis aguantado hasta el final este post asqueroso y ñoño decíos: ánimo, cerrad la ventanilla del coche si no queréis que el autoestopista jodío os deje la nariz hecha un cristo... Es un pseudo-consejo del tete Martín, que espera volver lo antes posible para escribir una nueva memez en este blog.

Historias de héroes contemporáneos

Jimmy O. Besso



El día 4 de abril de 1955 será recordado por muchos de los vecinos de Sanduski, Ohio, con un escalofrío. Rita Singer nos ha recordado en una entrevista que "creía que aquel día era uno de tantos, de esos en los que te levantas, desayunas, te duchas, te limpias los dientes, agarras el periódico... (sigue con la enumeración)... saludas al lechero, te rascas la pantorrilla, agarras el coche... (y continúa)...te colocas el pijama y te acuestas contando ovejitas; pero no. Sin razón aparente recuerdo el día 4 de abril de 1955 como las 24 horas en las que sentí un frío terrible en el espinazo". Y no era para menos, ya que en aquel glorioso día nació un bebé, de unos 8 kilos aproximadamente de peso, que respondería al nombre de Jimmy, aunque muchos ya desde pronta edad le llamaron "gordo" o "pedazo de grasa con ojos".

Jimmy Orson Besso, nació (muchos dicen que por error o por manías de un dios cruel y vengativo) en la pequeña granja de los Besso, donde sus padres, unos "hippies comeflores asquerosos" (según declaraciones de sus vecinos y familiares más próximos), cultivaban tomates, patatas y sardinas. Nunca supieron por qué la cosecha de sardinas fue tan mala toda la vida, aunque de tanto en tanto conseguían al regar que las plantas bailaran de una manera muy graciosa. A los pocos meses, Jimmy ya desarrolló las dos habilidades que le caracterizarían durante toda su vida: una, la de poder comer cantidades ingentes de alimentos, y la otra, la de hablar con una envidiada y prolífica verbigracia (para pedir más alimentos, se entiende). Pero si algo ha marcado la vida del pequeño Jim (pequeño en cuanto a su corta edad, también se entiende), ha sido la frustración constante en la que vivía. Ya de muy joven sintió esa extraña sensación de frustración al no poder exprimir tanto como hubiera deseado las tetas de su madre. En este caso, madre e hijo compartían ese desasosiego, y por ello la señora Besso decidió contratar a alguien para que pudiera dar la lactancia que necesitaba semejante engullidor profesional. Al no encontrar a la mujer ideal a tal efecto, decidieron usar a una cerda que el matrimonio tenía en su granja, "por probar". Y funcionó. Jimmy no sólo succionó la leche de las mamas de la puerca (con perdón), sino que además aprovechó y cató un par de chuletas del animal. La cerda en cuestión no recuerda, según confesó en una entrevista posterior, cómo sucedió aquel incidente: "Solamente me acuerdo de cómo de repente Jimmy se relamía los dedos, oink".

Efectivamente, J.O. Besso siempre ha comido como una lima. En el instituto fue apodado el "agujero negro" por la capacidad de absorber todo aquello que rondaba por su órbita. De hecho, sus compañeros temían acercársele en las aulas porque, según cuenta la leyenda, alguno de ellos había desaparecido en circunstancias muy sospechosas. Por esta razón no eran muchos los que se atrevían a llamarle amigo. Solamente un par de muchachos consiguieron descubrir el dulce (por el azúcar en sangre) corazón de Jimmy. Bill, apodado "el cegato cuatro ojos capitán de los piojos", todavía recuerda a su amigo Jim como "un grandísimo amigo con cierto olor a fritanga". Otro amiguete que se hizo fue el estudiante de intercambio japonés Toru Iwatani, que años después diseñaría inspirándose en él su videojuego más popular: Pac-man, que en un primer momento se bautizó como "El increíble videojuego protagonizado por un gordo asqueroso que no para de abrir y cerrar la boca comiéndose todo lo que se le pone por delante". La empresa Namco pensó, acertadamente, que aquel primer nombre, aunque descriptivo, no atraería al público general.


Pero la historia de Jimmy va mucho más lejos. Abandonó el hogar a los 18 años, sin poder terminar sus estudios de cocina (un motivo más para inflar su frustración personal) y despidiéndose de sus padres con las siguientes palabras: "Siempre os llevaré dentro". Esta promesa no fue del todo cumplida por el bueno de Jimmy, ya que en ese momento obvió al hablar el proceso de digestión y excreción. Al dejar su hogar, Jimmy se embarcaría en una aventura que le llevaría muy lejos, más concretamente al restaurante McDonald's de las afueras de
Sanduski, donde pasó, según cuentan los por aquel entonces empleados (hoy internos en un hospital psiquiátrico), como un huracán. Fue entonces cuando Fred Savage, empresario circense, echó el ojo a nuestro protagonista y decidió ficharle para su número especial "el hombre tragaldabas". Al proponérselo a Jim, éste aceptó de buena gana y se tragó sin masticar el perro que acompañaba a Fred.

Y así vivió durante un par de años nuestro querido comelotodo, la alegría para cualquier madre, la aspiradora humana, el azote de los anoréxicos... dando la vuelta por todo el globo. Gracias al gran circo americano de Fred Savage Jim conoció países fabulosos, junto a su gastronomía (la paella española, la tortilla francesa, la ensaladilla rusa... bueno España se la conocía, desde luego). Además, durante su vida en el circo conoció al gran amor de su vida: Merceditas. Los dos solían pasear cuando no estaban en la pista y se sorprendían de lo mucho que tenían en común. Ambos, de hecho, pesaban más o menos lo mismo, aunque lamentablemente Merceditas no era capaz de hablar. "Es el único problema que tiene ser elefante", decía Fred cuando alguien le preguntaba sobre los rumores de aquel emparejamiento hecho en el cielo.

Lamentablemente, aquellos maravillosos años en el circo acabaron de una manera un tanto trágica. Cuando se instalaron durante una semana en Ankara, Jim decidió dar, como solía ser habitual en él, una vuelta por el centro de la ciudad. En ese momento, se adentró en una callejuela demasiado estrecha y quedó atrapado en ella sin posibilidad ninguna de salir. Se sentía como una ficha de tetris encajada perfectamente con aquel callejón. La frustración crecía por momentos. Entonces, un señor turco que se dedicaba a vender sables a los turistas que por ahí pasaban, tuvo la maravillosa idea de ayudar a Jim a salir de ahí con un método un tanto violento: Cortar tiras de carne del enorme cuerpo de Jimmy hasta que pudiera salir de aquel aprieto. "No sentiría nada", confiesa Abul, el hombre de la maravillosa idea "y él aceptó, aunque lamentó no tener una chocolatina a mano mientras hacía tal operación". Y, cortando tirita a tirita, Jim consiguió desatascarse de aquel lugar. Abrazó a Abul y éste le respondió: "No pasa nada, amigo gordo y maloliente, ha sido un placer ayudarte. Pero... ¿qué hago ahora con las tiras de carne que he cortado?". Una bombilla se iluminó en la cabeza de Jim. "Mételas en este pan y échale un poco de salsa de yogur". Aunque jamás pudo terminar su curso de cocina, el descubrimiento culinario que había realizado era fascinante. A partir de ese momento, no había turco que no probara la carne de Jim en pan de pita. Ya nadie temía colocarse en su órbita. Jim se sentía el centro de atención, ya que por fin alguien se le acercaba, aunque sólo fuera para cortarle tiritas de piel. Todavía, según dicen, exportan trozos de nuestro héroe J.O. Besso a todo el mundo para que desde todos los puntos del planeta degustemos la rica carne de este gran hombre que, cariñosamente, llaman Döner Kebab (La carne que da vueltas). Así que si vais a un restaurante turco, no olvidéis pedir vuestro kebab vegetal. Nunca sabremos cuánto tiempo durará la maravillosa carne de Jim Orsosn Besso, al que todavía hoy la gente recuerda con un escalofrío.



... He aquí una entrada sin sentido alguno. Perdón por los delirios propios de exámenes, pronto volveré a estar sano. Un saludo.

La pasión por los ritmitos


Año tropecientos y pico antes de Cristo (más o menos, que no me quiero pillar los dedos), un lugar de África. Un mono, casi homínido, al que llamaremos... Monocasihomínido, por ejemplo; está sentado en una piedra. El tipo está pensando en qué va a hacer después de copular con un miembro de su familia y de comerse los restos de alguien con quien se peleó hace unos días.

Lo cierto es que estos tíos vivían bien, ¿eh?

El caso es que Monocasihomínido, que mira al infinito con una expresión producto de la concentración y el estreñimiento (esa dieta suya no sienta bien a nadie), empieza sin razón aparente a mover el pie izquierdo golpeando la tierra. Lo hace una, dos, tres veces... De pronto abre los ojos sorprendido y descubre que el sonidito ese que produce su pezuña le gusta, le hace moverse. Agarra entonces un palo y empieza a golpearlo contra el suelo, contra los troncos, contra sus allegados... luego comienza a gritar, a saltar... el crack de Monocasihomínido acababa de inventar el ritmo, él solito y sin dar clases ni nada. Y parecía tonto el primate. Poco después, otro mono casi homínido pero muy bestia, al que llamaremos Brian (por qué no), viene enfurecido porque Monocasihomínido le ha despertado de su siesta (actividad que seguramente le ocupaba un 50% de su tiempo... hay que aprender de esta gente) y le golpea con fuerza repetidas veces hasta crear un nuevo ritmo. Señores, la primera banda de música ha nacido.

Y han pasado los años y la cosa de la música ha ido evolucionando, no tanto como los monoscasihomínidos, pero evolucionando como ha podido. Y transcurridos tantos siglos, todavía damos de vez en cuando unos golpecillos, produciendo ese "toctototoc-toc", para que alguien, no importa de quién se trate ni dónde esté, nos responda con un "toc-toc", y después nos miramos y sonreímos con esa cara de bobalicones como diciendo... "si tío, me mola tu rollo".

Lo cierto es que, si no fuera porque nos dio un día por usar la boca para hablar, hoy todavía nos comunicaríamos con esos ruiditos que producimos, ¿verdad? Bueno, así pienso yo... bueno, así debo pensar con tal de poder escribir una chorrada más en este vuestro estimadísimo blog (mola vivir en este país de fantasía).

Pero no, amigos, hoy nos comunicamos con esto del Internet, o con mensajes de texto, o con el fax... o no nos comunicamos, que es una opción que muchos escogen. Y lo peor es que nos hemos olvidado de lo primordial, de lo simple, de nuestros inicios... Se ha vuelto algo extraño eso de ir haciendo ruidos de forma rítmica. Y claro, luego la gente normal va a un concierto e intenta seguir el compás de una canción y cada uno va a su bola, porque han perdido ese instinto primordial que descubrió nuestro amigo Monocasihomínido. Menos mal que al menos todavía hay quien se emociona al escuchar un tema de Sinatra, o bailando una canción funky, o incluso meneando la cabeza a ritmo de Judas Priest, yo que sé... Hemos avanzado o, mejor dicho, hemos cambiado de cueva; pero ahí está escondida, no se sabe bien por qué, esa necesidad de escuchar algo que nos conmueva. Cómo mola la música, leches.

Así que, chicos, chicas, plantas, minerales y seres indefinidos, no os olvidéis nunca de, estéis donde estéis, dar de vez en cuando unas palmitas o tararear algo, que si no fuera por la banda sonora de nuestras vidas estaríamos todavía en la piedra pensando en qué hacer después de copular con un miembro de nuestra familia (puaj).

¡Disfrutad!, os lo dice el tete Martín (al que no deberíais hacer mucho caso, por otra parte)




Estas bonitas fechas...

Enero: Se han acabado las navidades, las fiestas, el turrón; vuelves al curro, los exámenes están a la vuelta de la esquina (esta frase, además, es repetida sin cesar por las madres de todos los estudiantes)... Hemos vuelto a la rutina. En una palabra: Argh.

En vez de describíroslo, os mostraré con un vídeo de youtube cómo me siento (y supongo todos nosotros) cuando me levanto por las mañanas en este mes tan estupendo:






Pues eso: ¡Gudmornin a todos!

PD: Tranquilos, no creo que abuse mucho del youtube en este blog. Pero ya se sabe, con tal de evadirse de estudiar... se hace cualquier cosa.

Excusas...

Después de bastante tiempo sin escribir en este maravilloso e ignorado blog, estrenamos (yo y mis múltiples personalidades, un ole por la esquizofrenia) el año 2008 con un tema que nos viene al pelo... las excusas. Y es que si no fuera porque también evoca a aquel sitio donde depositamos nuestras digestiones e indigestiones, he de confesar que no me importaría que me llamaran el excusado.

Así que empezamos el año con este útil listado de excusas con las que podéis evadiros de hacer aquello que realmente no os sale de vuestra parte favorita del cuerpo hacer.

Ejem ejem, dos puntos

1.- No pude ir porque...:
    • ... el despertador no sonó como siempre. Te lo juro, normalmente suena "ring ring" y hoy sonó "tiro tiro", así que ante tal anomalía me convencí de que el timbre que sonaba en mi propia mesita de noche era el de cualquier otra persona.
    • ... la puerta de casa había cambiado de lugar misteriosamente. Después de chocar veintitrés veces contra la pared me di cuenta de que la salida estaba treinta centímetros más a la izquierda. Para cuando me percaté de ello ya era demasiado tarde.
    • ... de repente recibí la llamada de alguien que respondía al nombre de Yaveh, que me ordenaba no sé qué tontería en su nombre. Yo, ateo convencido, tuve que discutir durante toda la tarde con él sobre su propia inexistencia. Después de hacerlo me dolía tanto la cabeza que me quedé en la cama. Lo siento.
    • ... yo fui donde quedamos, fuiste tú quien faltó y te odio por ello.
2.- En serio, señor profesor, yo lo hice, sólo que...
    • ... un peligroso grupo de terroristas me amenazó con liquidar a toda una familia de lagartijas si hacía público mi trabajo. No sé si usted es consciente del amor que les profeso a esos animalejos (quizás sea por nuestras insalvables similitudes), pero el caso es que ante la amenaza fui débil y cedí.
    • ... mi perro se lo comió. ¿Que ya ha oído eso antes? Entonces no debería enseñarle las fotos de mi mastín a los fogones preparando su plato de "Trabajo de mi dueño al pil pil con cebolla caramelizada en un lecho de lechuguinos fritos". Cuando se lo cuente se ofenderá profundamente.
    • ... el trabajo de mi compañero, ese que siempre contesta a sus preguntas, se ríe de sus asquerosos chistes y saca matrículas de honor en todas las asignaturas es en realidad el mío. Me pegó y humilló para arrebatármelo. Le recomiendo usar la violencia de igual manera contra él.
    • ... mi impresora decidió imprimir, en lugar de lo que usted pidió, estas fotos de féminas ligeras de ropa. Si tiene que culpar a alguien, cúlpeme a mí, yo he sido quien la ha maleducado de esta manera.
3.- ¿Que por qué he tardado tanto en escribir en el blog? Pues verás...

    • ... mi mano derecha estaba demasiado ocupada metiéndome polvorones en la boca estas navidades como para ponerse a dibujar. Y yo, con la zurda, soy nulo para cualquier cosa que me proponga.
    • ... estaba demasiado ocupado respondiendo entrevistas después del sorprendente éxito de mi bitácora. Ahora que soy mundialmente famoso me cuesta rebajarme para comunicarme contigo, sucio internauta.
    • ... eran tantas las ideas que corrían por mi cabeza para escribir en el blog que todas ellas se colapsaban mutuamente haciéndome parecer retrasado mental. Durante ese tiempo me dio por ver a diario "Escenas de matrimonio".
    • ... en Alicante, donde he estado estas navidades, no tengo una conexión decente a Internet, ni tampoco escaner, así que me fue imposible... ¿que no te lo puedes creer?... Pues si quieres me invento una excusa mejor, aun siendo falsa...
Bueno... si queréis usar estas excusas alguna vez, sois libres de hacerlo. Aquí el abajo firmante no se hace responsable de las consecuencias de vuestros actos.






PD: La próxima entrada del blog será más lógica. Siento los desvaríos, pero he perdido mi medicación. Un saludo a todos.