Reseñas Literarias (I)





s vano negar que la historia de la literatura, de manos de aquellos que pretendemos estudiarla, es a veces cruel y casi siempre injusta con según qué figuras participantes (que no protagonistas) de la misma. Así, observamos que se dedican innumerables artículos a autores de poca talla o de desproporcionado renombre con el único fin de lustrar con ahínco posaderas ajenas mientras se ignoran otros que, aun siendo grandes creadores o al menos curiosos esperpentos dignos de mención, se han de conformar con pequeñas loas de estudiantes de medio pelo como el que suscribe estas líneas. Julián Santomayor de los Peñascos Trobados, novelista castellano, ensayista, dramaturgo y esquizofrénico paranoide es, sin duda, uno de estos últimos, y con estas líneas se pretende hacer pública su gran e ignota figura.

Es posible que, al leer usted, querido lector, el primer párrafo de este breve estudio sobre Julián Santomayor de los Peñascos Trobados, se pregunte por qué o a santo de qué o por qué narices es este un autor tan singular, tan mayúsculo, si no lo conoce ni su puñetera y señora madre. Esta expresión, por cierto, no dejaría de tener gracia si se conociera la biografía de Julián Santomayor, que efectivamente permaneció durante muchos años ignorado por su propia progenitora. Pero antes de hablar de la vida de este curioso escritor, considero que merece la pena empezar con un escueto listado de sus obras más representativas.

Narrativa:
La breve historia de Don Tijote de la Pancha (1983): Aunque muchos de los que se atrevieron a hojearla descubrieron sospechosos paralelismos con la mayor de las obras de Cervantes, lo cierto es que no hay copia alguna del Quijote, sino recortes de páginas al azar de la misma (intercaladas con menús de restaurantes chinos a domicilio).
Tres años en coma de un tipo cualquiera (1990): Cuadernillo en formato Din A5 cuadriculado completamente en blanco. Muestra el germen de un artista conceptual en ciernes.

La autobiográfica Cómo superé mi adicción a las drogas (1993): Una gran obra de tres tomos en cuyas páginas se repite siempre la misma frase: “No lo hice, no lo hice”. Con un sorprendente final (SPOILER) “¡Lo he conseguido otra vez, malditos plutonianos!”.

Lírica:
Aunque nunca editara ningún poemario, sí escribió Julián Santomayor poemas sueltos para infinidad de publicaciones especializadas, como Qué Leer (escribió en una esquina de uno de sus ejemplares), el buzón de quejas y sugerencias de Supersol o la revista “Tiza y Borrador” para estudiantes de primaria, con la que consiguió el premio al mejor poema en la categoría “Aprendemos a escribir rimando” con su maravilloso El alcohol hace estragos en mi hígado y si no gano este concurso soy capaz de cualquier cosa, de verso libre. Trascribimos este majestuoso gesto de ingenio y creatividad para deleite y goce de las mentes menos abstrusas.

El alcohol hace estragos en mi hígado
me duele de beber, mierda de vida,
aunque nadie me separa de mi brick de vino
quien lo haga se las verá conmigo
se las verá
lo prometo
como aquella vez en la que arranqué de un bocado la nariz a Lucas
maldito Lucas, cómo lo odio.
Aunque le eche tanto de menos ahora que está muerto.
Si no gano este concurso soy capaz de cualquier cosa, hijos de puta.

Como se puede suponer, aquí presentamos una transcripción del poema adaptándolo al castellano más común, ya que su escritura es tan personal e inconfundible que muchos la considerarían plagada de faltas de ortografía, cuando en verdad tan sólo hace suya la mayor de las economías del lenguaje posibles, usando la “k”, por ejemplo, como única consonante linguovelar oclusiva, o juntando varias palabras en una sola. Así, Lucas sería Lukas y mierda de vida sería literalmente mierdavida, aunque en otra copia del poema en cuestión haya aparecido como mierdavidapordiosbendito. Además, su superioridad intelectual hace que se ría de las normas de escritura, que considera innecesarias, banales y faltas de todo sentido (dicho con sus propias palabras: “Son una mierdaca así de grande”), permitiéndole la liberación de estas normas crear mundos mucho más ricos y a menudo incomprendidos por el público lector, ávido de “pútridos best sellers y clásicos caducos”.