Las irrelevantes aventuras de un vetusto detective

Son las siete de la mañana. Acabo de despertarme no sé muy bien dónde. Miro a mi alrededor y observo como todo me es extraño. "Al menos", me digo para mí, "aquí está mi vaso de agua con mi dentadura postiza". Me coloco mis amarillentos dientes de pega y me levanto de golpe de la cama. En diez minutos ya estoy de pie, todo un récord. Aún me pregunto dónde estoy. De pronto, una enfermera entra con unas pastillas color rojo y me disipa las dudas. Estoy en la residencia de ancianos. Esos malditos villanos se salieron con la suya... "Meterme en un asilo, manda narices..."

Un detective como yo, de mi talla, fama y altura, ¿cómo pude acabar en un sitio como éste? Quizás todo esto sea una nueva misión de la organización secreta "Vigilantes Y Espías Jóvenes y Obtusos" (VYEJO). Sí, quizás pretenden que me infiltre en esta cutre residencia para averiguar algún tipo de irregularidad, como el tráfico de drogas por medio de los pañales XXL o el rapto de una jovencita por parte de algún abuelo cuyos nietos ignoran por completo. Es posible que se trate de una nueva aventura de Cebollino Gutiérrez, el mayor detective de VYEJO...

Así que he de actuar rápido, porque seguramente algún malandrín esté buscándome para frustrar el éxito de mi misión. Así que lo primero que hago es agarrar la bandeja con la que trajo la enfermera las pastillas y apretar el botón de llamada para que ésta acuda. Llamo, agarro con fuerza la bandeja metálica y espero al lado de la puerta. Oigo sus pasos... se acerca, abre la puerta y mientras entra empieza a decir, con voz despreocupada: "A ver, señor Gutiérrez, qué pasa esta vez..." En ese momento: ¡Plaf! Le arreo con la bandeja en la cocorota. Esperaba que se desmayara en el acto, como ocurría hace años con los villanos de aquel entonces, pero a esta enfermera de media tonelada sólo consigo hacerle gritar un poco. En este momento, visto que debo decantarme entre disimular haciéndome el despistado o seguir atizándole, me decanto por la segunda opción. Un golpe más sólo le ha hecho subir el volumen, el tercero que ella me golpee a mí. Casi me tumba, la gorrina. Pero entonces le doy el golpe de gracia en la sien y consigo que escape. Bueno, algo es algo.

Salgo de aquella habitación sigilosamente pegado a la pared. Miro para abajo y observo que voy vestido con una bata que deja al aire mi trasero. Cebollino Gutiérrez, el detective más profesional, en pelota picada... "Bueno, en peores hemos estado". Corro por el pasillo y de una puerta, por sorpresa, aparece un anciano con bigote, me mira fijamente con una sonrisa y me ofrece jugar al dominó. Le oigo repetidas veces, el tipo no calla. "Cebollino, un dominó, Cebollino, un dominó, Cebollino, un dominó..." No sé ni cómo sabe mi nombre este mamarracho, pero lo cierto es que debo quitármelo de encima antes de que su voz alarme a la enfermera obesa o a los villanos que seguramente van tras de mí. Le empujo con fuerza y el viejecillo cae al suelo mientras aún susurra su invitación. Otro que no cae inconsciente. Lo cierto es que estoy en horas bajas.

Salgo del pasillo por una puerta doble. Debo estar cerca de la salida de este centro asqueroso. Empujo sutilmente las puertas y observo cómo se quedan en su sitio impávidas. Maldición, me han encerrado. Empujo de nuevo, esta vez con más fuerza. Nada. Utilizo mi hombro para empujar con todo el cuerpo y lo único que consigo es deshacerme del camisón que cubría mis partes nobles. En ese momento, abre desde el otro lado, otro enfermero. Este es más fuerte que la gorda de antes, por lo que un detective desnudo, por muy profesional que sea, poco tiene que hacer.

-¿Ya estamos otra vez corriendo por los pasillos, señor Gutiérrez?- Me dice el orangután con una sonrisa de oreja a oreja. Sabe que no puedo hacer nada en esta situación y se enorgullece. Lo raro es que conozca mi nombre, algo que me hace sospechar de su pertenencia en la banda de villanos que me persiguen.

-¿Cómo sabe mi nombre, joven? No me importa lo que busque de mí, debo investigar un caso importante. No se inmiscuya en una misión ultrasecreta de VYEJO.

-Claro que sí, Cebollino... vamos de nuevo a su habitación. ¿Se tomó las pastillitas rojas que le dio la otra enfermera?

-No sé de que me habla, malandrín.

-Pues ya sabrá algo más cuando se las tome. Vamos para allá.

El primate me agarra y arrastra de nuevo hacia mi habitación. Me dice que pronto vendrá mi hijo a verme y que debo vestirme para la ocasión. Sigo sin saber de qué me habla. He fallado, no sé cómo pero por primera vez en muchos años he fallado a VYEJO. Pero pronto, muy pronto, saldré de aquí para salvar al mundo de nuevo...

...¿Continuará?



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